Leni Riefenstahl y la estética fascista: cuando el séptimo arte se pone al servicio de poderes inconfesables (página 2)
La Riefenstahl no era lo suficientemente intelectual
como para diferenciar entre las corrientes internas del Romanticismo
alemán y poder
discriminarlas, por eso suscribirá tanto la
reivindicación de la Edad Media, de
sus oscuridades y sus leyendas,
vikingas en Wagner, como la de la Grecia
clásica (en Olimpia I y II) apolínea, con sus
mitos y su
idealismo
figurativo. El Sturm und Drang sirvió de suelo nutricio al
nazismo.
Según Deleuze y Guattari el romanticismo
alemán exonera al héroe-individuo de
servir al pueblo y a las masas mediante el resguardo de la
soledad, pero también se nos dice que "el fascismo
utilizó mucho menos a Verdi que el nazismo a Wagner"
(Mil Mesetas. Capitalismo y
esquizofrenia. Valencia 1980, p.345). Lo sonoro (oído)
prima sobre lo visual (vista) en materia de
desterritorialización habiendo un "fascismo potencial de
la música"
(Deluze Op.cit. p.351): "Éxtasis o hipnosis. No se mueve a
un pueblo con colores. Las
banderas nada pueden sin las trompetas" (Ibid) de ahí que
la cineasta nazi Leni Riefenstahl emplease ambas en su
película El triunfo de la voluntad (1935). Se
distingue aquí entre pueblo y masa, pero para
nuestra sorpresa el nazismo y la música de Wagner son
clasificados como fenómenos ligados al pueblo (y
ciertamente estaban ligados a la mistificación del
pueblo ario) y no como un fenómeno de masas. Pero
en la obra de Riefenstahl lo que se percibe es un fascismo
potencial del cine puesto en
obra, un cine dispuesto para configurar la masa fascista
en los términos en que había sido descrita por
Freud en su
Psicología de las masas y análisis del yo (1923), como un ser
colectivo producido mediante la identificación, el
enamoramiento y la hipnosis con relación a un
Führer, líder y
salvador. Yo distingo pueblo y masa de otra manera,
pues para mí el pueblo en el buen sentido de la palabra,
(no el ario ni el elegido), son las 110 millones de personas que
se manifestaron consciente y simultáneamente en 60
países contra la guerra en
Irak (febrero
de 2003), mientras que las masas son los millones de borregos que
pueblan en manadas los grandes centros comerciales.
Las relaciones entre música o cine (arte) y política constituyen
un tema tan vasto y complejo que no lo podremos dilucidar
aquí con exhaustividad, sino tan sólo apuntar al
problema del vinculo de la música de Wagner con el nazismo
y el antisemitismo,
a la prohibición de representarla en Israel subvertida
valientemente por Barenboim en julio de 2001, al presidente de la
Alemania
actual Schröeder, ya en el verano de 2003, siendo el primer
presidente alemán que visitaba el festival de Bayreuth
desde la Segunda Guerra
Mundial, para desligarlo de sus pasadas ligaduras con el
nacionalsocialismo. Hay que separar el genio de Wagner y sus
obras musicales –independientes de su propio creador–
de los odiosos escritos antisemitas del compositor, como el
titulado "El judaísmo en la música" (1850) y de su
aprovechamiento del nazismo. Y es que Wagner murió en
1883, mucho antes de que pudiera colaborar con un
nacionalsocialismo que no existía aún, siendo su
obra fruto del Romanticismo y no del nazismo. Lo que no es el
caso de Leni Riefenstahl, cuyo cine no es que fuese apropiado o
expropiado por la ideología nazi, sino que estaba en buena
parte directa y primordialmente orientado a su servicio y
definido por sus ideales.
Cuando en agosto de 2002 Leni Riefenstahl alcanzó
la edad de 100 años los medios de
comunicación lo celebraron enormemente
poniéndola como ejemplo de vitalidad sin mencionar que ese
vitalismo que tan bien ejemplificaba tenía mucho que ver
con su obra y que su obra tenía mucho que ver con el
nazismo. Incluso en nuestros días, Víctor
Gómez Pín, excelente racionalista cartesiano,
afirmaba en un artículo periodístico, que
según Malraux, "la indigencia de la condición
humana (motivada por nuestra caducidad), indigencia esta
compartida por toda la humanidad al margen de diferencias
socio-económicas, ideológicas o políticas,
sólo podría ser redimida por el arte"
(Artículo publicado en El País del
Miércoles 3 de Mayo del 2000). La redención a
través del arte fue un peligroso ideal que el
nacionalsocialismo recogería del romanticismo y del
idealismo, por lo que hay que ser un poco prudente al fomentar
dicha noción. "En las numerosas entrevistas
que concedió después de la guerra, y también
en sus Memorias de 1987, la ex ninfa Egeria de Hitler se
empeñaba en justificarse. Es cierto que estuvo fascinada
por el Führer desde 1932 y que creyó en la
política nacionalsocialista. Pero nunca fue racista, nunca
trabajó para la propaganda
nazi, lo ignoraba todo sobre la represión de los
antifascistas, los judíos,
los gitanos, y su única preocupación fue siempre la
belleza" (Lionel Richard Un centenario hagiográfico
para la cinesta nazi. La indecente rehabilitación de Leni
Riefenstahl. Le Monde Diplomatique, edición
española. Octubre de 2002, nº84). Richard desmiente
las justificaciones de la Riefenstahl demostrando que hizo
perseguir a judíos que habían trabajado para ella
por el mero hecho de serlo y que utilizó gitanos de un
campo de concentración para realizar su última
película.
La idea de la redención por el arte tiene
una larga tradición, entroncando con los aedos contra los
que luchaba Platón
y que, con el Romanticismo, vendría a exaltar el arte y
con él al artista (teoría
del genio) como aquello que puede romper el principium
individuationis (Schopenhauer)
y fundirnos en una sola voluntad. "Sólo como
fenómeno estético están eternamente
justificados la existencia y el mundo" (Nietzsche,
Nacimiento de la Tragedia, 5, 1872). El problema es que
esa voluntad común del arte (no razón
común) en cuanto potencia
dionisíaca dotada de un modelamiento apolíneo se
podría encarnar en la generación de un genio muy
diferente del artístico, en la "generación del
genio militar" (Nietzsche, El Estado
griego, 1872); con lo que vemos que el surgimiento del
Führer pudiera verse como el correlato último
de la fusión
colectiva en una emoción estética común. Reflejo de esto son
las películas de Leni Riefenstahl, las concentraciones
futbolísticas, los eventos musicales
y el consumo
conspicuo de bienes,
servicios e
imágenes, donde, como estudió Freud,
surgen los fenómenos de la identificación, el
enamoramiento y la sugestión hipnótica en las
masas, y donde opera el instinto gregario, uniendo las
individualidades en un sentimiento compartido que las lleva,
finalmente, hacia su inmolación y obediencia ciega a un
Caudillo (Cfr. Freud el ya citado Psicología de las
masas y análisis del yo, 1923). El arte en cuanto
movilización de las pasiones compartidas, ya en el
mito, en el
teatro, en
la novela, en
la política demagógica, en las bellas artes,
en el cine o en la publicidad, no
aboca a la razón común sino a la
irracionalidad común de la horda primitiva, a la
Estética fascista de la que nos habla Susan Sontag.
La redención a través del arte, con independencia
de las diferencias económicas, sociales,
ideológicas y políticas, puede llegar a ser un
peligroso lema fascista.
La declarada ignorancia política y el
antiracionalismo de Leni Riefenstahl y los millones de europeos
como ella, son uña y carne, y nos asombraríamos de
lo extendido que estuvo en Europa el vicio
de combatir un fascismo con otro. Temerosos de que la
razón tecnológica derivase en la construcción del hombre
máquina, ciegos a la razón teorética y
volcados en la intuición, la mágia, el arte, el
mito, la emoción y la sensibilidad, numerosos europeos de
los años 30 creyeron ver en el fascismo la
salvación del individuo frente a la masa amorfa, frente al
fascismo stalinista y al fascismo capitalista. Pero por
paradójico que parezca es precisamente a través de
la exaltación del individuo que se forman las masas
estúpidas de borregos alienados. A partir de la mentira
acerca de la dignidad del
trabajo y de
la dignidad del hombre surgirán los fascismos
contemporáneos, bajo la anulación del individuo
identificado con la totalidad. Arbeit macht frei,
ponía en los campos de concentración, siendo Hitler
elegido porque prometía trabajo para seis millones de
parados y acabó matando a seis millones de judíos,
mientras que en la Unión soviética se
condecoraría a Stajanov por idear el trabajo a
destajo. El
Estado-nación
concebido como una sola voluntad que habría de convertirse
en Imperio, asunto conseguido actualmente por los Estados Unidos de
Norteamérica, una voluntad orgánica en el
stalinismo y el nazismo pero inorgánica en el capitalismo;
junto al robo de soberanía propio de la noción de
representación, a través del Líder, Caudillo
o Guía, en los dos primeros, que siguen un modelo
monárquico; y de los Líderes o Gestores en el
segundo, que se oriento hacia el modelo oligárquico de
la empresa y
la banca (lo que
permitió implantar la idea de que su representatividad era
nada más y nada menos que democracia);
supuso la guerra entre fascismos. Si el último se ha
erigido en triunfante fue porque de una declaración de los
derechos
individuales tan esgrimida como incumplida surgirá la masa
amorfa consumidora de fútbol, coches y teléfonos
móviles, a quienes ya no se les dirá que su
libertad,
(identificada con la libertad de comprar y vender, y ocultada la
esclavitud de
la producción y la explotación),
está supeditada a restricciones, sino que se les
convencerá de que son totalmente libres, ilimitadamente
libres, y los individuos se creerán tanto más
libres cuanto más esclavos sean, pensándose tanto
más individuos cuanta más empatía
publicitaria corra por sus venas.
La ficción de la representatividad
permitió a los Estados-nación
conservar el sueño de que seguía existiendo la
política mientras el imperialismo
se consumaba a través de una economía que
había engullido la política sin que nadie se diese
cuenta y que conllevaba el que por fin pudiera lanzarse al
imperialismo sin provocar guerras
políticas. El capitalismo ha sabido conciliar una serie de
elementos aglutinantes de las más diversas dominaciones,
pues ha proporcionado: 1º una teoría racional simple
(falsa) y fácilmente divulgable: la del liberalismo
económico, perfectamente confundida y simbiotizada con el
liberalismo político; 2º un sentimiento (imaginario)
de libertad generalizada, directamente proporcional al
sometimiento (real) padecido; 3º una serie de mitos
fundadores del Estado-nación capitalista, obstinadamente
consagrados a la idealización del enriquecimiento y a
fomentar la ficción de que el individuo es autónomo
y libre, siendo el sujeto épico de la economía de
mercado el
principal reclamo de Hollywood, y; 4º un imperialismo que
difícilmente puede ocultar hoy su carácter multinacional pese al mantenimiento
de la ficción de la existencia de la política a
través del mantenimiento del
Estado-nación.
El nazismo y el stalinismo sucumbieron por falta de
hipocresía, por exigir a los individuos obediencia al
Estado, aunque el primero jugase la baza del individuo
prometiéndole la libertad de conducir un Völkswagen y
de soñar con ser Odin al mismo tiempo y el
segundo prometiese ocuparse de conducir él mismo los
transportes del pueblo y exigiese soñar a cada individuo
que era el Estado mismo. El capitalismo, más sagaz, se dio
cuenta de que bastaba con la promesa del Völkswagen y de que
a los esclavos lo único que no podía
hacérseles en nuestros tiempos cristianos era recordarles
su condición y hablarles de obediencia, sometimiento,
sumisión. Había que prometer la acumulación
ilimitada de riquezas sin cuento a cada
esclavo y, a la vez, procurarle el estresado olvido y el
obnubilante sosiego de su verdadera condición, con lo
cual, todos hombres, todos dignos, se lanzarían gozosos a
una vida de máquinas
productoras-consumidoras con tal de que se les considerase
como si fuesen libres y pudiesen creerse libres. Leni
Riefenstahl ayudó a perfeccionar el arte de conseguir
masas que se creen de individuos, y que se creen libres sin
serlo, si bien habría de pasar el testigo a Hollywood, que
lo cedería, a su vez, a lo que hoy llamamos, no con mal
nombre, mass media.
Pero no vayamos a creer que todo es lo mismo. Aunque
haya fascismo en el capitalismo así como lo hubo en el
stalinismo y en el nazismo, no puede decirse que, por poner
sólo un ejemplo, la seguridad
social, la idea bismarckiana de proporcionar a cada ciudadano
cobertura médica, sea una idea fascista, pues
también la contemplaba la Constitución de Weimar. Hay que distinguir
el socialismo democrático del nacionalsocialismo y
del stalinismo y reivindicarlo frente al capitalismo salvaje. La
sanidad proporcionada por el Estado será fascismo cuando
se trate de la cobertura sanitaria del individuo-masa
(cuando se trate a los seres humanos como se trata a los animales de
granja) y no lo será cuando se trate de la cobertura
sanitaria del ciudadano (cuando se trate a cada ser humano
como entidad respetable e independiente). De nosotros depende que
se instaure un Estado socialista de derecho compuesto de
ciudadanos individuados en lugar de un Estado fascista compuesto
por rebaños y masas.
LA
OLYMPIA DE RIEFENSTAHL
Fue la propia Riefenstahl quien propuso a la UFA el
proyecto de
filmar los Juegos
Olímpicos, pero como nunca habían sido los
juegos objeto
de un largometraje ésta se mostró dubitativa ante
su propia propuesta. En 1932 se habían celebrado en Los
Angeles, Estados Unidos, pero Hollywood los había
ignorado, siendo objeto tan sólo de los noticiarios. La
cineasta comenzó a negociar con el COI y pareció
buscar la independencia respecto al patrocinio oficial de la
Alemania nazi, pero finalmente contaría con todos los
medios
gubernamentales puestos a su alcance, con un presupuesto
prácticamente ilimitado y el respaldo del Tercer
Reich.
El film comienza con imágenes y esculturas
de la antigua Grecia, acompañadas de una música
wagneriana compuesta por Herbert Windt e interpretada por la
Filarmónica de Berlín, creándose junto a la
belleza apolínea de las columnas del Partenón el
deseo de renacimiento del
esplendor greco-romano. Figuras como el Discóbolo de
Mirón cobran vida en los atletas alemanes. La antorcha
olímpica viaja en manos de un atleta a otro desde la
antigua Grecia hasta la moderna Alemania, hasta llegar al gran
estadio presidido por Adolf Hitler. La
secuencia quiere indicarnos que la antorcha prometéica de
la civilización fue llevada desde la Grecia clásica
a la Alemania nazi, para ser alimentada y resguardada.
Los ecos de toda la tradición del Romanticismo
alemán que buscaba hasta la exageración suscitar la
idea de que Alemania era la heredera de Grecia por excelencia,
resuenan, en las imágenes del largometraje. Desde la pugna
antiracionalista y naturalista del Hiperión
de Hölderlin hasta la idea heideggeriana de que
sólo se puede pensar en la lengua griega
clásica o en el alemán moderno, hay una peligrosa
línea directa, de la que bebió el
nacionalsocialismo, el cual, procuró monopolizar para
sí, únicamente, el legado griego y alimentó
ideológicamente al fascismo nazi. Sólo
faltaría que alguien cometiese el anacronismo de decir que
los griegos clásicos fueron nazis, nada de eso, lo que se
demuestra en este artículo es que los nazis se
aprovecharon y apropiaron, indecentemente, del legado griego, y
que el relativo talento fílmico de la Riefenstahl se puso
al servicio de semejante mistificación.
Tras el principio del largometraje Olimpia
I (Fest der Völken; Fiesta del pueblo) desfilan las
delegaciones de algunos de los 51 países participantes en
la olimpiada de Berlín de 1936. Las cámaras de
Riefenstahl captan a los atletas de Alemania, Grecia, Austria,
Italia e incluso
Francia,
saludando a la romana todos ellos al pasar frente a la tribuna
desde donde observa Hitler, mientras los grupos de Suecia,
Inglaterra y
Estados Unidos salen también en las tomas sin hacer el
conocido saludo fascista tomado del imperio romano.
El gesto es sintomático y darse cuenta de las naciones que
lo hacen y las que no lo hacen tiene un hondo
significado.
La confrontación deportiva es un simulacro
de guerra por otros medios, por eso los documentales de
Riefenstahl se consagran a la exaltación de las victorias
deportivas alemanas, aunque no puedan pasar por alto las de otros
países. Cuando gana un atleta de color la mayor
parte del público chifla y vocifera contrariado,
igualmente, el comentarista siempre nombra a los atletas
indicando apellido y país excepto cuando el atleta es de
color (americanos y canadienses) en que se añade "negro".
La primera victoria del atleta de color Jesse Owens se debe "a
que tenía el viento a favor" y cuando a los tres
finlandeses que habían obtenido los tres primeros puestos
en una de las pruebas de
carrera se les muestra corriendo
juntos el maratón, oímos como comentario: "tres
atletas, un país, una voluntad". Las victorias, dos
medallas de oro
individuales y una tercera en la carrera de relevos, del joven
norteamericano de color, de diecinueve años, Jesse Owens,
y de otros atletas negros, son minusvaloradas en el film. Se ha
dicho que Goebbels y sus secuaces presionaron a Riefenstahl para
que excluyera esas victorias y que ella se negó a hacerlo,
pero los éxitos de Owens eran tan importantes que hubiese
sido demasiado grotesco y evidente su total silenciamiento; con
lo cual se aprecia más bien un sutil paso a segundo plano.
Fuera de Alemania se dio amplia publicidad a la noticia de que
Hitler, indignado y contrariado, había abandonado el
estadio justo antes de un triunfo de Owens, pero semejante
desaire no se muestra ni se menciona en la película.
OLYMPIA: DE LOS CERTÁMENES
ATLÉTICOS GRIEGOS A LOS DE NUESTROS
DÍAS.
Todos los mamíferos, siendo cachorros, luchan
jugando, y desarrollan las capacidades para la caza o la huida
con que la naturaleza les
ha dotado. El hombre no
es una excepción y hemos de suponer que los hombres
primitivos actuarían de igual manera, aunque ayudados por
los utensilios de caza que eran capaces de fabricar. Igual que la
danza tiene su
origen en el cortejo nupcial animal, la lucha tiene su origen
más remoto en la caza. Pero tras la revolución
neolítica, encontraría un segundo origen en la
guerra, para luego acabar alcanzando una finalidad formativa o
educativa en las sociedades
excedentarias. Hace dos mil setecientos años que se
celebraron los primeros Juegos Olímpicos, aunque
con anterioridad ya se celebraban certámenes
atléticos, como ejemplifican los Juegos en honor a
Patroclo del Canto XXIII de la Ilíada. El
deporte tiene por
doquier un origen bélico y los ejercicios atléticos
eran los ejercicios que los guerreros hacían para
adiestrarse en la lucha y en el manejo de las armas.
La carrera y el salto eran fundamentales
para atacar y retirarse, recuérdese que Aquiles lleva el
sobrenombre de, el de los pies ligeros, el lanzamiento
de jabalina remite al de la lanza, el de peso al de
pesadas piedras, el de martillo al uso de la honda. Hace
tres mil quinientos años ya se boxeaba en la isla de
Creta; el pugilato, como se le conoce en Grecia,
será uno de los deportes de combate que, junto con
el bestial pancracio o a la lucha,
entrarían en los Juegos Olímpicos. Pero tras
superar sus arcaicos orígenes cinegéticos y
bélicos, los certámenes atléticos,
adquirieron un importante papel en la educación integral
de la ciudadanía de las poleis griegas.
Desligados de la función
bélica los deportes olímpicos de la Grecia
democrática se constituirían en parte fundamental
de la Paideia y constituirían a partir de entonces
parte de la educación integral
del ser humano.
Ya existieron en la Grecia clásica unos pocos
críticos, contrarios al deporte especializado. Platón
sitúa a la gimnasia y a la
música como elementos propios de la
educación pública de todos los ciudadanos,
tanto hombres como mujeres (República 376e, 403c,
452a-b, 455d ss., 521d y ss.; Leyes 765d, 754c-d, 801d,
804e, 809a). Ataca duramente el régimen de vida y la
finalidad del sistema de
entrenamiento
de los atletas profesionales (Rep. 403e, Leyes
796a.d y 830a) que acaban arruinándose como seres humanos
a causa de la dedicación en exclusividad al deporte;
condena de la especialización que reaparece en Aristóteles (Política 1338b).
La gimnasia debe practicarse sin excesos "desde la niñez,
a lo largo de toda la vida" (Rep. 403c; Leyes
643b-c y 794a-b), incluso durante la vejez
(Aristóteles Política 1331a), buscando un
equilibrio
entre la educación
física y la intelectual, ya que Platón y
Aristóteles coinciden con el ideal de la educación
ateniense tradicional, en el que el cuidado del cuerpo, junto al
del espíritu, también hace mejores, moral e
intelectualmente, a las personas, ya que proporcionan cualidades
como la valentía, la honestidad, la
resistencia, la
belleza, el vigor y la salud.
El agonismo griego se caracteriza por la reunión
de hombres "que no compiten por dinero, sino
por poner a prueba sus cualidades" (Heródoto 8.26). A
través de la rivalidad (agon) de los certámenes
atléticos, poético-musicales, teatrales,
políticos (asamblea) y filosóficos, se fomentaba el
cultivo y desarrollo de
la excelencia (areté), distinguiéndose ya en la
antigüedad entre una rivalidad buena o positiva y otra mala
o meramente destructiva (las dos Érides de Hesíodo
Trabajos y Días vv.12-42). La discordia positiva es
la que permite el crecimiento mutuo y tiene esa finalidad,
mientras que la discordia negativa es la que busca la
destrucción o el sometimiento (esclavitud) del otro en
lugar del mutuo desarrollo.
Fácilmente se podrá incluir en nuestros
días, leyendo lo anterior, a la competencia del
liberalismo económico moderno o capitalismo en la Eris
mala, que busca el sometimiento del otro a través de la
esclavitud laboral y el
exclusivo crecimiento
económico a consta de la ruina física, moral e
intelectual propia y ajena. El capitalista es un especialista en
el enriquecimiento económico privado, siendo el
egoísmo, la maximización del beneficio, la
única finalidad de todas sus actividades; debido al
equívoco que suscita la idea moderna de que las cualidades
físicas, morales o intelectuales,
se pueden comprar en el mercado.
Nunca los críticos del especialismo pudieron
vencer la afición popular y entre los vencedores de los
juegos, aunque hubo muchos ciudadanos empezaron a surgir
profesionales. Se levantaban estatuas a los vencedores alabando
la belleza y destreza de su arte, los poetas les cantaban como
hijos de algún dios y sus ciudades les trataban como
héroes eternos. El Atleta triunfador era uno de los
hombres de mayor éxito
social, ganaba la exención de pagar impuestos y de
hacer el servicio militar, el derecho a la manutención
vitalicia en el comedor de honor de la ciudad, la inmunidad
personal y la
inmunidad de encarcelamiento, entre otras ventajas dependiendo de
la época. Al principio el ciudadano que practicaba el
deporte como parte de su formación recibió estos
homenajes, pero poco a poco empezó a ser desplazado por
los profesionales, especializados exclusivamente en el deporte y
embrutecidos en todo lo demás. En nuestros días son
los futbolistas y los actores quienes representan ese
desquiciamiento del cultivo del deporte y quienes aglutinan la
veneración estúpida de las masas y el
enriquecimiento exagerado.
¿Qué son los cien años de
Olimpiadas modernas frente a los más de 1.200 años
de las que se celebraron en la antigüedad?. Desde el siglo
VIII a.C. hasta el siglo IV d.C. se llevaron a cabo, cada cuatro
años, los Juegos antiguos. Luego tuvo Occidente un largo
periodo (quince siglos) durante el cual había perdido su
tradicional práctica de los deportes, hasta que en Atenas,
en el año 1896, se llevó a cabo la primera
Olimpiada de los Juegos Modernos.
"El carácter pecaminoso de lo corporal, y por
supuesto la aversión hacia la desnudez, es ya rasgo
inherente a la tradición religiosa judía, que
reaparece en el cristianismo,
y, en segundo lugar, el atletismo y
los juegos atléticos no pudieron quedar de ninguna manera
al margen del conflicto
entre cristiandad y paganismo, que precipitaría la muerte, por
motivos religiosos, de los antiguos juegos paganos, y con ellos
del deporte griego (…) La Iglesia
radicalizó su actitud frente
a todo lo relativo al cuerpo, y en consecuencia, frente a la
educación física, de manera que, al quedar la
educación y la cultura en sus
manos tras el colapso del Imperio Romano, la formación
literaria de tipo clásico sobrevivió, pero la
formación física desapareció o, mejor dicho,
quedó reducida al simple entrenamiento del cuerpo con
vistas a la guerra. Esta situación, como es sabido, se
mantuvo durante muchos siglos, y sólo en época
contemporánea la educación del cuerpo ha comenzado
a ocupar el lugar que le otorgaron los griegos, el lugar que, en
suma, le corresponde en la formación integral del ser
humano" (F.García Romero Los juegos Olímpicos y
el deporte en Grecia. Editorial AUSA. Sabadell, 1992,
1.4.2.1. págs 169-170).
El cristianismo sintió profunda aversión
por el cultivo del cuerpo y de la mente, sustituyendo a ambos por
el culto al espíritu. La flagelación y
mortificación del cuerpo sustituyó a las
prácticas deportivas y la plegaria y la teología
desplazaron o sojuzgaron a la sofística y a la
filosofía. Si a Nietzsche no puede calificársele de
autor fascista, ni siquiera de autor próximo al fascismo,
es porque se dedicó a condenar de la manera más
potente jamás vista al cristianismo y a la era moderna,
siendo el filósofo más citado en el Mein
Kampf de Hitler, Schopenhauer, el pesimista y
budístico pensador que Nietzsche abandonó en su
juventud por
denigrador y negador de la vida dirigiendo sus propuestas
reflexivas hacia una vida plena y alegre.
LENI
RIEFENSTAHL O DE COMO SER NAZI SIN SER CONSCIENTE DE
SERLO.
El telegrama de felicitación que envió a
Hitler tras la conquista de París o el uso de gitanos de
un campo de concentración para que realizaran el papel de
los degenerados campesinos de Tiefland, junto a las
declaraciones de los diarios de Goebbels, hacen muy
difícil pensar que la cineasta no estaba comprometida con
el nazismo.
"Triumph des Willens me trajo innumerables
dificultades después de la guerra. Sí, era una
película de encargo, propuesta por Hitler, pero hay que
pensar que aquello ocurrió en 1934, en el momento en el
que acababa de llegar al poder, no mediante un golpe de estado,
sino por una mayoría parlamentaria elegida libremente.
Entonces Hitler representaba la esperanza de muchos alemanes y
era respetado por muchos extranjeros. El mismo Winston Churchill
declaró en aquella época que Alemania era digna de
envidia por tener ese Führer. Yo nunca he participado en
política ni he pertenecido nunca al partido. ¿Por
qué tendría que haber sido yo la única que
adivinara el porvenir y supiera entonces que Adolf Hitler iba a
conducir a Alemania y al mundo a la catástrofe?…
¿Poque soy mujer o porque la
película estaba demasiado bien hecha?" (Palabras de Leni
Riefenstahl, en: Femmes cinéastes, ou le triomphe de la
volonté, Charles Ford, Denoël/Gonthier, Paris,
1972; repetidas a lo largo del documental de Ray Müller de
1993).
En el documental-entrevista
sobre Riefenstahl de Ray Müller (Die Macht der Bilder:
Leni Riefenstahl, 1993; El poder de la imagen) la
cineasta, una vital y activa anciana de 90 años, se
presenta a sí misma como una revolucionaria innovadora de
la técnica cinematográfica, completamente ignorante
de la política, que habría cumplido los encargos
del partido y gobierno nazis
sin haberse comprometido con el movimiento. A
diferencia de algunos de los intelectuales fascistas,
Riefenstahl, no tenía cerebro para
saber que su trabajo formaría parte de un movimiento
atroz, pero lo que más sorprende de sus declaraciones es
que una hábil cineasta no siga sin saber, cincuenta
años después, que toda su estética
entroncaba con una tradición de la que se alimentaba el
fascismo. Por eso cuando se le mencionaba la Estética
fascista en el documental citado, estudiada por Susan Sontag,
decía desconocer qué pudiera significar eso y no
creer que existiese algo semejante.
LA
ESTÉTICA FASCISTA: PRUEBA DE LA IMPOSIBILIDAD DE UN ARTE
APOLÍTICO.
El tiempo y el olvido lo curan todo, dicen, lo que ha
llevado a "la rehabilitación de figuras proscritas en las
sociedades liberales", que no conocen la advertencia de Santayana
según la cual quien olvida su Historia está
condenado a repetirla. De ahí que se haya producido "el
reciente ascenso de Riefenstahl a la condición de
monumento cultural" debido a las reivindicaciones feministas y a
la presencia en nuestras sociedades de una "idea de lo bello"
coincidente con la estética del culto al cuerpo de acuerdo
con el modelo griego winckelmaniano o apolíneo. "Los
filmes nazis son epopeyas… acerca del triunfo del poder… El
arte fascista despliega una estética utópica: la de
la perfección física. En la época nazi,
pintores y escultores a menudo mostraron el cuerpo desnudo, pero
se les prohibió mostrar imperfecciones corporales… La
obra de Riefenstahl no tiene la calidad de
aficionado y la ingenuidad que encontramos en otro arte producido
en la época nazi, pero aun así, promueve muchos de
los mismos valores…
Algo más importante aún: generalmente se piensa que
el nacionalsocialismo sólo representa brutalidad y terror.
Pero esto no es verdad. El nacionalsocialismo -más
generalmente el fascismo- también representa un ideal o,
antes bien, unos ideales que persisten aun hoy bajo otras
banderas: el ideal de la vida como arte, el culto a la belleza,
el fetichismo del valor, la
disolución de la enajenación y el sentimiento
extático de la comunidad; el
rechazo del intelecto, la familia del
hombre (bajo la tutela de los
jefes). Estos ideales están vivos y conmueven a muchas
personas y resulta falaz así como tautológico decir
que Triumph des Willens y Olimpia nos afectan
sólo porque fueron hechas por una cineasta de genio… La
actual desnazificación y vindicación de Riefenstahl
como indómita sacerdotisa de lo bello -como cineasta y
como fotógrafa- no auguran nada bueno de la agudeza de la
capacidad moderna de detectar el anhelo fascista en nuestro
medio" (Susan Sontag, Bajo el signo de Saturno. Edhasa
Barcelona 1987. Libro que
contiene su ensayo de
1974: "Fascinante fascismo" del que citamos lo
antecedente).
En sus fotos y
grabaciones fílmicas de los Nuba de Somalia durante los
años 60, Riefenstahl iba buscando y encontró, una
tribu africana, con la complexión atlética
apolínea greco-latina. Un pueblo que por naturaleza
ejemplificase su ideal estético-corporal. Pero
además declaró sentirse atraída por una
tribu donde "no padecían enfermedades" (Ray
Müller, 1993). Y si bien no tiene que ser necesariamente
fascista el culto al modelo griego apolíneo del vigor
corporal y la exaltación de la salud, si puede llegar a
serlo con sólo dar un pequeño paso y considerar la
ausencia de un determinado cuerpo que responda a un canon de
belleza o la ausencia de vigor o de salud, como una "enfermedad",
en lugar de como una diferencia u opción u forma vital
alternativa, como puede serlo, por ejemplo, el venerado cuerpo en
forma de pera del luchador de sumo japonés. El desprecio
por las formas corporales no correspondientes con el canon de
belleza aria y de cualesquiera malformación o enfermedad
puede llevar fácilmente a la pretensión de eliminar
todo lo que no se corresponda con el modelo.
EL
EQUÍVOCO CONCEPTO DE
ENFERMEDAD Y LA IDEOLOGÍA ÚNICA.
La palabra "enfermedad" debería ser borrada de
los vocabularios pues representa un concepto totalitario en la
mayor parte de los casos en que se emplea, el loco, el disidente,
el que no se amolda a los patrones preestablecidos ya intelectual
ya corporalmente, es declarado enfermo y necesitado de un
tratamiento que lo devuelva al rebaño, cuando no resulta
derivado al exterminio. Las niñas anoréxicas se
quitan a sí mismas de en medio al morir de
inanición por el modelo esquelético de cuerpo
femenino que impera en la sociedad de la
abundancia y el derroche. Quizá es relevante en la
técnica médica para declarar el estado de quien
padece alguna dolencia fisiológica frente al estado del
que no la padece. Pero aunque afortunadamente, ya nadie denomine
enfermedad al dolor menstrual, el hecho de que
antaño así se hiciera, (por ejemplo en la
Bíblia: libro del Levítico) es muestra de
los equívocos y defectos de semejante concepto. No hay que
olvidar que, por gremios profesionales, el más abundante
en el partido nazi hitleriano fue el de los médicos. Esto
es debido a que son el gremio más proclive a exportar a
otros ámbitos los conceptos de su especialidad y,
concretamente, el peligroso dualismo salud/enfermedad.
Nadie es perfecto o dicho de otro modo, todos somos
sano-enfermos y hay belleza en todo cuerpo si se sabe apreciar la
humanidad que habita en él. Albert Camus advertía
que no hay que curarse de las enfermedades sino aprender a vivir
con ellas. Lo que sugiere que el ser humano tiene que potenciar
lo mejor que hay en él y procurar despotenciar y
desfomentar lo peor de su naturaleza, que no puede ser borrado
sino, tan sólo, minimizado. Mejor y peor no son criterios
necesariamente fascistas, ya que resulta a veces apropiado
mantener criterios de excelencia, pero pueden llegar a serlo si
se discrimina lo que se pueda considerar peor y no se le
considera igual.
La democracia está basada en que pese a que
seamos individuos diferentes, o gracias a esa diversidad que no
ha de olvidarse, todos tenemos capacidad ciudadana y todos
debemos tener los mismos derechos y el mismo trato igual. A
partir de ahí se podrá elogiar e incluso premiar,
con mesura, a quien demuestre saber más matemáticas que los demás, pero eso
no querrá nunca decir que tenga que tener muchos
más ingresos o muchos
más derechos que los demás. El que manifiesta haber
adquirido o poseer unas capacidades elogiables bueno será
que gane el respeto de los
demás, pero malo será que adquiera mayor derecho a
la existencia que los otros.
Uno de los mayores vicios humanos en todos los tiempos
ha consistido en que un grupo, clan o
partido, se han erigido como los buenos, los sanos y los puros,
sin aceptar que se pueda ser diferente ni poseer otras cualidades
distintas de las propias, pasando a intentar exterminar todo
aquello que no respondía a su concepción del mundo.
Todos podemos tener una concepción del mundo que
consideremos la mejor y, por tanto, derecho a intentar fomentarla
y convertirla en mayoritaria para el planeta; sin embargo es
totalmente inaceptable el intento de imponer las propias
propuestas a los demás por la fuerza,
así como la imposición más sutil mediante la
astucia (por ejemplo del modelo vigente de sociedad por los
mass media).
Las propuestas de formas de vida han de ser aceptadas
por cada cual de manera libre, consciente y voluntaria. Y han de
ser plurales y diversas, sabiendo coexistir lejos de las
imposiciones forzosas, ya violentas, ya sutiles. Desgraciadamente
el arte ha colaborado siempre en la imposición sutil y esa
resulta ser una de las características fundamentales de un
nuevo fascismo contemporáneo, cuyo nacimiento está
claramente evidenciado en la obra de Leni Riefenstahl.
Simón Royo
Hernández
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